Europa
nos trae más de una noticia en estos días, no tanto por algunos hechos críticos
que se vienen dando, como por ejemplo las protestas en Francia, sino porque
varios líderes mundiales han mencionado cosas que ponen los pelos de punta a
cualquiera.
Hace
un par de días durante la ceremonia para conmemorar el centenario de la batalla
de Verdun, los buenos amigos de Hollande y Merkel dieron cuenta de sus
inquietudes en relación a la actual sociedad europea.
Preocupación
conjunta
Los
líderes aprovecharon la ocasión para valorar la reconciliación alcanzada entre
ambos países y alertar contra la división de Europa. “Las fuerzas de la
división, la separación y el aislamiento están trabajando de nuevo”, advirtió
Hollande. Merkel lo secundó: “El pensamiento y la actuación puramente
nacionalistas nos harían retroceder. Y eso vale lo mismo para la superación de
la crisis de deuda Europa que para el trato de las personas que buscan refugio
entre nosotros y para todos los grandes retos de nuestro tiempo”.
Los
dos mandatarios ofrecieron una solemne imagen de unidad en un homenaje de
varias horas en un lugar emblemático para la historia reciente europea.
“Nuestro deber sagrado está escrito en el suelo arrasado de Verdún. Amemos
nuestra patria, pero protejamos nuestra casa común” ante “las fuerzas de la
división, del cierre y del repliegue”, proclamó el presidente francés.
Hollande
evocó también el proyecto de paz que supone Europa. “Sabemos que se tardaría
mucho menos tiempo en destruirlo que lo que se tardó en construirlo”, afirmó.
El nombre de Verdún es un símbolo de la “inconcebible crueldad y sinsentido de
la guerra, así como de las lecciones extraídas y de reconciliación
franco-alemana”, afirmó Merkel. “Todos estamos llamados a mantener vivo el
recuerdo en el futuro”, añadió la canciller germana.
La
visita de Merkel y Hollande a Verdún evoca el recuerdo del histórico apretón de
manos con el que sus antecesores Helmut Kohl y François Mitterand sellaron
simbólicamente la reconciliación entre alemanes y franceses durante su visita
al antiguo campo de batalla en 1984. “Esa imagen quedó grabada a fuego en la
memoria colectiva de nuestras naciones”, destacó Merkel. Por la tarde, ambos
mandatarios visitaron el renovado memorial de Verdún en la localidad de
Fleury-devant-Douaumont.
La pesadilla
del nacionalismo
¿Cómo
se explica este extraño resurgimiento mundial del nacionalismo cuando existen
tantas fuerzas económicas y tecnológicas que empujan en la dirección opuesta?
Una
respuesta es que probablemente los profetas de la globalización siempre
subestimaron el poder residual del nacionalismo. Si uno pasa su tiempo en salas
de aeropuertos y en conferencias internacionales, es fácil olvidar que la
mayoría de las personas viven sus vidas más arraigadas a un lugar en
particular. De hecho, los efectos desorientadores de la globalización
probablemente animan a la gente a buscar consuelo y significado en cosas que
son más locales o nacionales, ya sea un lenguaje o una historia en común. La
desconfianza en la globalización y las finanzas internacionales también recibió
un gran impulso después de la crisis económica de 2008.
La
pobreza y la guerra están dando lugar a movimientos masivos de refugiados,
especialmente hacia Europa y las zonas más seguras del Medio Oriente. No hay
nada como la migración en masa, o una crisis de refugiados, para que la gente
tome consciencia de la importancia imperecedera de las fronteras. La reacción
en contra de la inmigración ha sido fundamental para el surgimiento de partidos
nacionalistas como el Frente Nacional francés, los Demócratas de Suecia y el
Partido de la Independencia del Reino Unido de Gran Bretaña.
Por
último, existe la idea de que el orden mundial es inestable, lo cual puede
estar avivando el sentimiento nacionalista, conforme los países o movimientos
separatistas ven una oportunidad para impulsar sus agendas previamente
inactivas.
Desafortunadamente,
puesto que los movimientos nacionalistas se definen a sí mismos en contra de
los extranjeros, a menudo provocan movimientos nacionalistas rivales a sus
alrededores. Se pudo apreciar esto incluso en Gran Bretaña, donde el auge del
nacionalismo escocés creó cierta hostilidad hacia los escoceses de parte de los
ingleses. La misma dinámica está en juego, en forma mucho más peligrosa, en
Asia. En China, una encuesta reciente sugirió que más del 50 por ciento de la
población espera una guerra con Japón. Otra encuesta de opinión sugirió que más
del 90 por ciento de los japoneses tenía una opinión negativa de China.
En
una época más optimista, un pensador japonés –Ohmae– popularizó la noción de un mundo sin fronteras.
Durante 25 años, su idea pareció poderosa y profética. Tristemente, ahora
parece cada vez más desentonada con un mundo en el que está resurgiendo el
nacionalismo.
La
Ultraderecha se presta para movimientos nacionalistas
El
auge de las facciones políticas en extremo conservadoras o alineadas en lo que
se ha dado en llamar “ultraderecha”, se ha hecho evidente en los últimos años
en Europa, particularmente en los meses recientes. El descontento hacia la
imposición de ciertas medidas por parte de la Unión Europea así como la
aparente, para algunos obvia, incapacidad del bloque comunitario para hacer
frente a crisis y problemas de envergadura, ha volcado a una parte importante
de la opinión pública a mirar a la derecha.
A
lo anterior se suma el incremento de las amenazas contra la seguridad de
algunos países, algo surgido en virtud de los atentados terroristas sucedidos
tanto en París como en Bruselas. En medio del temor a nuevos hechos
terroristas, crecen a su vez los señalamientos contra quienes migran desde el
Medio Oriente y el norte de África, por ser éstos en su mayoría, creyentes del
Islam y asociados, con fundamento o no, con el fundamentalismo islámico. El
panorama político se enrarece una vez más en el viejo continente siendo Austria
el último exponente de ello.
Este
domingo se celebró en el país centroeuropeo el balotaje de las elecciones
presidenciales, unos comicios importantes puesto que aunque el jefe de Estado
tiene funciones limitadas, conserva para sí poderes estratégicos. El
ultraderechista y carismático Norbert Hofer, hasta última hora del domingo,
mantenía un empate técnico con el ecologista Alexander Van der Bellen. Hofer,
abanderado por el Partido de la Libertad -‘Freiheitliche Partei Österreichs’ o
FPÖ-, señaló en abril que “el Islam no es parte de Austria” y que no quería que
“Austria sea de mayoría musulmana”.
¿Neonazismo?
Por
su parte, en Alemania, donde en teoría hay restricciones legales contra el
Nazismo y sus derivaciones, ha habido un resurgir de movimientos
ultraderechistas que, en parte, se distancian discursivamente del ideario
promovido por Adolf Hitler durante su gestión. Las críticas contra el gobierno
presidido por Angela Merkel han devenido en algunos casos en nutridas
protestas, como una escenificada en Berlín a principios de este mes, donde se
coreaba entre otras cosas: “No al Islam en suelo alemán”.
La
germana ‘Alternative für Deutschland’ o AfD, indicó recién que los importantes
triunfos alcanzados por la ultraderecha en varios países europeos, incluyendo
Austria, eran una “importante señal”. La AfD es de hecho, la segunda fuerza
política en importancia en tres regiones alemanas y aunque no es abiertamente
contraria a la Unión Europea -donde justamente Alemania ejerce oficiosamente el
control indiscutible- sí lo es del euro, moneda que sustituyó a la que era la
moneda fuerte alemana, el marco. En todo caso, el grado de aceptación de su
plataforma es considerable.
El
1° de mayo de este año, la AfD proclamó que el “el Islam no es parte de
Alemania” y tres días después, su presidenta adjunta Beatrix von Storch, alertó
que no era posible seguir formando parte de la Unión Europea “en la forma
actual”. En un hecho por lo menos curioso, hace menos de dos semanas, un
tribunal de Munich obligó a la cervecería Hofbräukeller de esa ciudad, a
permitir un mítin de la AfD luego de que el local decidiese rescindir el
contrato de alquiler a esa agrupación por “razones de seguridad”. En ese mismo
sitio, Hitler dio su primer discurso político en 1919.
En
pleno siglo XXI, donde la tecnología permite tener un nivel de acceso muy alto
a la información, donde el principal periodista es el ciudadano de a pie,
parece siniestro ver cómo es que asuntos tan delicados vuelvan a mostrar su
sombra en sociedades europeas.
Al
parecer, aun hay raíces de egocentrismo en lo profundo de la sociedad europea
que dan pie frutos de visiones nacionalistas que tanto daño causaron a la
humanidad.
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